Somos lo que escribimos, somos como escribimos

Somos lo que escribimos, somos como escribimos. Pero eso lo advierten, sobre todo, los lectores. La otra orilla de ese río interminable llamado escritura son quienes nos leen, quienes nos observan sin condescendencias ni miramientos. Escribimos como somos para que los demás sepan nuestras circunstancias en la realidad que nos tocó vivir, para que los otros, nuestros cómplices, nuestros semejantes, sientan lo que nosotros padecimos o gozamos en un momento específico de la travesía humana. Y para ser veraces hay que ser precisos. Y para decir las cosas por su nombre hay que darle su valor a las palabras, peso a la escritura, razones a nuestro discurso.

No escribimos lo que nos place: escribimos lo que sabemos que nos place. Es nuestra cultura, con sus intensas, con sus inmensas contradicciones, la que surge cuando nos comunicamos con nuestro prójimo. Al escribir nos desnudamos. Al leer somos testigos, voluntarios o involuntarios, del desnudamiento de nuestros semejantes. En cada texto está algo más que lo que quisimos decir: está nuestra educación, nuestra ideología, nuestra perspectiva del mundo. La óptica con la que juzgamos las realidades que nos acosan o divierten, los acontecimientos que nos simpatizan o nos indignan, la geografía desde la que aprendimos el español con sus distintos giros idiomáticos, con su riqueza de raíces árabes y judías, incas y mayas, latinas y griegas, africanas y aztecas.

Nuestra lengua es historia en marcha. No algo detenido en el tiempo. No una pieza de ámbar. No una reliquia. Es un ente vivo, una música que es un regalo a compartir, un don a explorar de cara al futuro. Por eso apuesto por su escritura consciente en todo momento y lugar. Por eso pido se le cuide y se le atienda como una madre prodigiosa cuya descendencia cuenta con hijos tan disímiles en timbres y tonos, en personalidades y gustos.

De ahí que la claridad para expresarnos nos permite despejar malos entendidos, nos ayuda a ver la diversidad de nuestro idioma, su riqueza en frutos verbales, en palabras que nos ofrecen algo más que comunicación: nos dan la posibilidad de entendernos mejor, de saltar sobre la incomprensión, la desconfianza, las fronteras, nos sirven para trascender nuestro tiempo y espacio, nuestros ritos y rutinas. Escribir es un ágora donde nuestra lengua se fortalece a sí misma, un bálsamo que cura nuestras dolencias y libera nuestros sueños.


La lengua castellana es una creación que alimentamos dondequiera que la hablemos o la escribamos, es una ciudad que construimos entre todos, que edificamos a diario con nuestra imaginación, con nuestro carácter y temperamento, con nuestras ansias e idiosincrasias. El español es un pacto entre hermanos, un vínculo que nos permite salvar nuestras distancias y diferencias porque todos aportamos algo a su riqueza, a su evolución y desarrollo. Empobrecerlo o reducirlo, subordinarlo o minimizarlo no es un camino: es un callejón sin salida. Una claudicación ante la lengua misma que nos permite expresarnos, decir quién somos, mostrar nuestras pasiones y conocimientos.


Por eso
Eres lo que escribes, eres como escribes tiene como propósito impulsar el español desde lo que nos une y no desde lo que nos separa, desde lo que nos fortalece y no desde lo que nos debilita. Escribir para entendernos: pensando en los demás y no sólo en nosotros mismos. Escribir para ser una comunidad y no un simple conjunto de sectas herméticas con sus propias claves ortográficas. Escribir desde la libertad que nos da el blog, con la responsabilidad de mantener un idioma vivo y vivaz, lúcido y lúdico, vuestro y nuestro. Escribir, en definitiva, para abrirnos al mundo sin olvidar lo que fuimos, sin perder lo que somos, sin extraviar el futuro.

Fragmento de artículo publicado por Gabriel Trujillo en: http://escribesinfaltas.blogspot.com/

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