Fragmentos de dos entrevistas realizadas a Manolo Juarez, músico y compositor argentino. Saber más acerca de este artista:
http://es.wikipedia.org/wiki/Manolo_Ju%C3%A1rez
Quería, cuenta, “ampliar el campo armónico y, también, el formal. Era necesario independizar el folklore de la danza. Hubo un tema para mí muy importante, una especie de corte en mi trayectoria, que fue Chacarera sin segunda, grabado en el disco Tiempo reflejado, en el que también tocaba Dino Saluzzi. La idea había surgido de algo que una vez me había dicho el Mono Villegas. Hablábamos de las versiones instrumentales de temas folklóricos y él me preguntó: ‘¿Por qué dicen que se va la segunda y vuelven a tocar la primera?’. El chiste era mucho más que un chiste. Había que desatar la forma”.
Premiado en numerosas ocasiones como autor de música sinfónica y de cámara, paralelamente se dedicó a tocar el piano en tríos –a la manera de los tríos de jazz, aunque con convidados tan extraños como la quena, la guitarra criolla o el bombo– y a hacer temas emparentados con el folklore. “La gente, en algunos boliches donde el público era más tradicionalista, se reía. No es fácil que se rían de uno. En este país, el que piensa distinto lo paga caro”, sentencia.
Si bien Manolo Juárez siempre se sintió cómodo, aunque fuera en privado, tocando sus cosas en el piano (“había músicos con los que no podía salirme de determinados esquemas porque se perdían”, dice), hasta ahora siempre había grabado en grupo. “La música es, sobre todo, diálogo. Y el riesgo, cuando se toca solo, es que haya un monólogo. Cuando se toca con otros, puede haber una frase que a uno lo complemente, o que lo deje pensando. Cuando se toca solo, hay que escucharse a uno mismo y a lo que a uno lo circunda, como para poder recrear el diálogo.”
“No quiero que se entienda que descreo del saber o que hago una apología del desconocimiento, al contrario. Pero el desprejuicio, y a veces la ignorancia, incluso, abre puertas. Yesterday es una obra magnífica y la frase es una frase de siete compases, cuando en toda la música popular son de ocho. Posiblemente, Paul McCartney y John Lennon nunca se hayan enterado ni de una cosa (los siete compases de Yesterday) ni de la otra (los ocho del resto de las canciones populares).”
Coco Pérez —el primer tipo que realmente creyó en mí— escuchó un día un disco mío y me llamó para que actuara en su local. Yo le dije «pero mira que no tengo experiencia en este tipo de cosa, voy a hacer lo que yo quiero». Y el me respondió: «Precisamente para eso te llamo». «Mira», le dije yo, «que esto a tu público por ahí no le gusta». A lo que él respondió: «Si no les gusta que se vayan.»
… «lo que es distinto atenta contra un sistema ya organizado de darle a la gente el alimento predigerido. Bueno, yo quiero que la gente aprenda a masticar de nuevo. Desgraciadamente no tengo tiempo como para hacerme la promoción. Y aparte, mucha gente no me da bolilla. Dicen que me hago el exquisito, el extraño, porque me gusta tocar solamente en los lugares donde me siento cómodo. Si el lugar donde voy no tiene un cierto nivel de seriedad, no voy. A la televisión me han invitado a ir algunas veces. Pero para ir a programas donde el folklore que se hace tiene muy bajo nivel, donde todavía se dividen en unitarios y federales y cantan el folklore como si fuera la historia de Grosso, no voy». . .
Algunas anotaciones sobre la música
. . . «La música está compuesta por muchos aspectos: melodía, armonía, ritmo, etc. Mientras que los esquemas melódicos son casi regionales, los acordes son patrimonio de todos. Yo le puedo robar un acorde a Mc Laughlin, a Piazzolla, a Mahler, pero la acentuación rítmica tiene que ver con la carga de intención que le querés dar a la música. Podemos graficar toda la música —silencios, notas, sonidos- pero la intención no. Yo te puedo escribir en una carta la expresión: «a vos te parece», sin signo de interrogación. Depende del tono que le inflija, puede ser despectiva, agresiva, o mil cosas más. El ritmo es uno de los fenómenos más particulares: está demarcado geográficamente. El tipo que toca bien una chacarera no toca bien un candombe. Vos habrás visto que cuando un Corea o un Hancock necesitan un ritmo latino no llaman a un yanqui para que lo haga. Buscan un tipo originario de la región donde se produce ese ritmo. Yo quiero hacer lo que hicieron Bartok, De Falla o Gershwin, que más allá de sus melodías localistas han hecho un gran manejo del ritmo. Es por eso que tomo el ritmo, pero no me ato a la coreografía castrante del folklore que tiene una primera y segunda. Te imaginas, como decía el Mono Villegas, tocar una melodía sin letra las dos veces igual? Es aburridísimo». . .
… «Yo les decía que tenían que tener conciencia, como la tenemos que tener todos, de que un hecho nuevo para la gente es una agresión. Suponete que vas por la noche en una calle desierta y te encontrás con un insecto inmenso que no sabes si es muy bueno para la ecología o inútil. Entonces qué haces. Cruzas a la vereda de enfrente o agarras un adoquín y lo matas. Todo hecho nuevo es una agresión. Porque te voltea todos los cánones anteriores, pero momentito, te crea módulos nuevos. Por eso, para nosotros hacer música es un hecho afectivo; si no hacemos esto no vivimos». . .
… «Te dije que para mí hacer música —uno de los fenómenos más importantes de la emoción y del afecto— es como hacerle el amor a una mujer. Yo nunca, cuando conocí a una mujer le dije que antes de consumar nuestra unión la iba a tener un año estudiando su aparato digestivo; otro año descubriendo su aparato circulatorio, tercero y cuarto años, centros nerviosos y quinto año, estructura ósea. Yo la veo como una totalidad de belleza. Me acerco y trato de conocerla. Pero la música se enseña como anatomía patológica. Te tienen un año con teoría y solfeo; segundo y tercer años, armonía; cuarto año, fuga; etcétera. Cuando el asunto es largar a la gente a crear de entrada. Y luego codificarla. La gente aprende a hablar de esta forma; nadie empieza diciendo «Yo quiero, tú quieres, él quiere». No. El chico aprende a hablar balbuceando, se expresa a su manera y luego se le codifica el lenguaje. Bien o mal. Entonces, por qué no se enseña música haciendo que el chico se acerque incluso con monosílabos a ella, que la toque, que aprenda a conocerla. Ya luego el maestro tendrá tiempo de codificar ese lenguaje espontáneo. Yo tengo alumnos a los que obligué a componer a los 2 meses para formación clásica de quinteto de viento, por ejemplo. Claro: los tipos, aterrados. Porque generalmente se compone al séptimo año. Pero ahí está el error. Yo no voy a besar a una mujer al séptimo año de haberla conocido. En ese tiempo tengo muchas cosas que decirle». . .
. . . «En una época viajé a Italia becado y desde allá tuve la perspectiva de las magníficas posibilidades que tenemos. Somos como seis o siete países. El país del litoral, el país de Salta, el de Jujuy, el de Santiago del Estero, el de Buenos Aires, el de Cuyo. No creo que haya país en el mundo que incluya musicalmente hablando tantos países como el nuestro».
… «Creo que somos una generación de paso. En este momento nosotros, como dice el Cuchi Leguizamón, estamos haciendo una música detergente, para quitarle a la gente la mugre que los disc-jockeys ponen en sus orejas. Atrás nuestro hay gente que viene pisando fuerte. La obligación de ellos es pisar lo que nosotros hacemos. Me sentiría muy bien si eso pasara». . .
«. . . La música que yo hago le interesa más a los llamados rockeros que a cualquier otra persona. Porque ellos no nacen con preconceptos. En este país hay una cosa que no entiendo: las zambas las hacen todas iguales porque se tienen que bailar en las peñas. ¿Y a mí qué me importan las peñas?»
. . . «Todas las zambas duran 3 minutos y medio. Pero para mí el hecho de componer y tocar es como un acto amatorio, afectivo. Y yo nunca le hice el amor a una mujer mirando el reloj. Yo voy a tocar una zamba que si quiero durará 30 segundos o una hora. No creo en eso de hacer zambas con reloj de taximetrero. En todas las grandes expresiones de la música popular el parámetro de tiempo está manejado por la expresión, por la creación del instante». . .